HISTORIA DE LOS ATAQUES DE PIRATERÍA A SANTA CRUZ DE LA PALMA.


A lo largo de la Historia la Isla de la Palma ha sido centro de atención por los hechos que acontecieron en su territorio. La conquista castellana que no fue fácil, pues fue una de las últimas islas Canarias en lograr ser conquistada. En los siglos posteriores, La Palma se convirtió en paso obligatorio hacia las Indias, las cuales fueron descubiertas en 1492, por el almirante genovés Cristóbal Colón. Se estableció en el puerto de Santa Cruz de la Palma, un comercio floreciente que lo hizo convertirse en el tercer puerto más importante del mundo. En su historia descubrimos como además sufrió algunos ataques piratas, unos salvados con más fortuna que  otros. A continuación haremos un repaso de los dos más importantes:

 

El primer ataque fue llevado a cabo por François LeClerc, normando de nacimiento, era un viejo conocido de los mares de la época. Había tomado parte en numerosas expediciones a las Indias, donde había adquirido singular nombre y prestigio. Su apodo de Pata de Palo lo adquirió en 1549 mientras luchaba con los ingleses en la batalla de Guernsey, donde perdió una de sus piernas y quedó malherido en el brazo, a pesar de lo cual siguió al servicio del rey de Francia, quien le premió por sus servicios a la corona en 1551 concediéndole un privilegio de nobleza. En 1553, el rey le dio la orden de emprender una expedición a las Antillas, concediéndole el mando una flota real para que hiciera daño a las posesiones españolas al otro lado del océano.

Corría el mes de Julio de 1553. La flota de navíos franceses, compuestos por 6 navíos gruesos, cuatro pataches (una embarcación ligera de guerra) y 800 hombres de desembarco (a lo que había que sumarle la tripulación), capitaneados por el mencionado capitán François LeClerc, volvía de las Antillas Españolas tras unos meses de pillaje en los que nadie había podido hacerle frente. Su destino final era Francia, pero no quería llegar a casa sin antes parar en las, por aquel entonces, ricas y florecientes Islas Canarias, con el fin de hacer una buena presa final y volver a casa con buen sabor de boca.

A la altura del cabo de Aguer, frente a las actuales costas marroquíes, LeClerc descubrió una flota genovesa que navegaba con las bodegas repletas de azúcar. Algunos navíos pudieron escapar de las garras del francés, que huyeron regresando a Canarias, pero la mayor de las naves, una enorme carraca, fue capturada con todo su cargamento. Este barco vino a aumentar las fuerzas del corsario francés, pues era mayor que sus galeones y estaba artillada con 30 magníficos cañones. Así, con las fuerzas aumentadas, la flota enemiga giró en dirección a las islas, quizá en persecución de los navíos mercantes huidos, presentándose primeramente frente a las costas de Fuerteventura, en las que buscó abrigo, pero con el Puerto de La Luz, en Las Palmas, en mente. El rumor popular había avisado de que el corsario francés venía en busca de unas urcas flamencas, así que nadie se extrañó cuando una mañana apareció la flota enemiga frente al puerto grancanario. Descubierto por las atalayas de La Isleta, todas las compañías de la isla se congregaron en la caleta de Santa Catalina al mando de su capitán General y su Gobernador de la Isla. Sin embargo, los fuertes vientos reinantes impidieron el desembarco, pese al continuado esfuerzo de los corsarios durante más de diez días.

Hartos, decidieron poner rumbo hacia Tenerife, desembarcando primero en las cosas de Adeje, donde apenas consiguieron nada al estar aquella zona muy despoblada, y posteriormente acechando el puerto de Garachico, por aquel tiempo muy famoso por su riqueza y activo comercio. No obstante, no se sabe muy bien por qué, los piratas ignoraron aquel puerto, y tomaron rumbo noroeste, presentándose de improviso en la bahía de Santa Cruz de La Palma.

El Ataque

Santa Cruz de La Palma era, por aquel entonces, una ciudad muy rica y opulenta, y el puerto preferido para el comercio con las Indias. Era el tercer puerto en importancia del Imperio Español y parada obligada de todo barco mercante que se preciara. Sus vinos y azúcares le habían dado singular fama y renombre, viéndose muy pronto poblada por ricos comerciantes de Flandes, Portugal y Francia, y su puerto estaba concurridísimo de navíos flamencos y genoveses. Lamentablemente, la ciudad se encontraba indefensa, pues más allá de la pequeña torre de San Miguel, que protegía el desembarcadero del puerto, el resto de la costa se encontraba abierta a un posible desembarco, fácil de realizar por los extremos de la bahía.

El viernes 21 de Julio de 1553, hacia el mediodía, la armada francesa de LeClerc se presentó ante la bahía de Santa Cruz de La Palma en son de guerra, disparando sus cañones. Los palmeros acudieron al puerto con sus armas, aunque confiados de que en el peor de los casos, aquellos piratas iban a la captura de las urcas y carabelas cargadas de azúcar que había venido huyendo desde el cabo de Aguer y que había buscado refugio en el puerto palmero. Cuál fue sus sorpresa cuando vieron a los piratas llenar las lanchas de desembarco de numerosa infantería cubierta de morrión y coselete, y llevando arcabuces y lanzas. Las barcas, protegidas por los disparos de la flota, y llevando como general a Jacques de Sores, despiadado segundo de LeClerc, sorprendieron a los defensores con una rara maniobra, torciendo su rumbo cuando se acercaban al embarcadero donde estaban los isleños apostados y dirigiéndose al extremo noreste de la población, en la actual Explanada, cerca del Barco de La Virgen, o barrio del Cabo por aquel entonces. La maniobra y posterior desembarco y toma de puntos estratégicos, todo realizado con gran rapidez, dejaba ver que los franceses estaban asesorados por un buen conocedor del terreno, que no era otro que un comerciante francés cuyo nombre se ignora y que había residido por largo tiempo en la ciudad.

Los 300 arcabuceros y 200 piqueros apenas encontraron resistencia por parte de los palmeros. Desordenados y confusos, faltos de un jefe militar que les llevase a la lucha y gobernados por un letrado inexperto, el Licenciado Arguijo (Que para que se hagan una idea de este personaje, del comandante Jacques de Sores solo atinó a decir “que era un hombre muy valiente y diestro”). cada cual se buscó la vida por su cuenta, mirando por sus propiedades y bienes lo mejor que pudieron. La evacuación de la ciudad fue un completo desastre, y fueron cautivas muchas familias de la primera nobleza de la isla. En apenas media hora Santa Cruz de La Palma había pasado a manos de los soldados franceses, comandados por un François LeClerc que nunca quiso bajar de su barco, desde donde se dedicó a dictar las órdenes del saqueo y destrucción de la ciudad.

Dicha destrucción fue llevada a cabo por Sores con su pericia acostumbrada. No hubo casa que no sintiese su garra, en especial las casas de Dios, las cuales profanó sin despeinarse, pues Jacques de Sores era un ferviente hugonote y tenía un especial odio a lo católico. Pronto las columnas de humo se elevaron sobre las que hasta hacía unos instantes eran magníficas casas de mercaderes y suntuosas iglesias y edificios civiles. La iglesia del Salvador, los conventos, ermitas, Casas Consistoriales, casa del Adelantado, archivos públicos y un buen número de casas particulares fueron pasto de las llamas. Los siguientes días los emplearon los soldados en registrar casa por casa, con la idea de que el pillaje aumentase sin descanso. La riqueza de La Palma era famosa por aquel entonces, y sus moradores apenas pudieron cargar con alguna alhaja de valor en su huida al monte. El montante total de las pérdidas, entre edificios, dinero y joyas, se calcula en torno a los 800.000 ducados de la época. Una salvajada, si me permiten la expresión.

El Licenciado Arguijo, pasados los días, estableció su cuartel general en Tazacorte y envió apremiantes demandas de auxilio al gobernador de Tenerife, sin decidirse por su cuenta a realizar un contraataque con los hombres que había reunido al otro lado de la isla, entre huidos y habitantes de otras partes de la isla, por, entre otras cosas, los ruegos de los familiares de los cautivos que temían represalias hacia los suyos. Por su parte, los franceses no tenían intención de abandonar la ciudad salvo que pagaran un rescate por ella, que habían valorado en 30.000 ducados. Por supuesto, Arguijo no era capaz de reunir tan elevada suma, por lo que decidió ni tan siquiera contestar a LeClerc y Sores. Llegaron a juntarse un grupo de 1000 hombres en Tazacorte dispuestos a iniciar el ataque a Santa Cruz de La Palma, pero fueron detenidos y obligados a dispersarse por el teniente local hasta que no fueran liberadas diversas familias locales.

La expulsión de los franceses. ¿Verdad o Leyenda?

Y aquí es donde la historia gana encanto, cuando llega la hora de que los franceses se marchen de la ciudad que han reducido a cenizas. La versión oficial dice que el 30 de Julio, con el ofrecimiento de 5.000 ducados que habían reunido las familias pudientes refugiadas en Tazacorte, y confiado Jacques de Sores en que había agotado los recursos y posibilidades de la isla, decidió abandonarla con sus hombres, no sin antes prender fuego a lo poco que quedaba en pie. Se embarcaron hacia rumbo desconocido, con las bodegas llenas del botín capturado y llevándose cautivas a numerosas familias isleñas.

Hasta aquí la versión oficial. Pero la tradición oral tiene una mejor, con tintes de leyenda, que a los palmeros nos gusta creer, y es la siguiente:

En Garafía, teniendo noticias de la invasión francesa, se unieron un grupo de vecinos capitaneados por Baltasar Martín, pastor local de gran altura y valentía, que los llevó a través del camino de la cumbre hasta la capital. Baltasar Martín tenía un lema: “La bala pasa, pero el palo envasa”, dando a entender que la bala puede esquivarse, pero que el golpe contundente siempre acierta. Y vaya si acertó. Los piratas franceses, embriagados por el vino y en pleno éxtasis del saqueo, se vieron sorprendidos por un ejército de rudos garafianos a los que se habían sumado parte de los capitalinos huidos. Los arcabuces, lentos de cargar, poco pudieron hacer contra las lanzas pastoriles y los garrotes de los locales que arremetieron contra ellos. Los invasores, desconcertados y asustados, huyeron como pudieron hacia las lanchas de desembarco y desde ellas a los navíos, para no volver jamás a las costas palmeras.

El célebre Baltasar Martín, perdida la característica montera y ensangrentado por la refriega, se dirigió entonces al convento de San Francisco, con el fin de dar gracias a La Virgen de Los Dolores por el triunfo logrado. Pero cuál fue su desgracia cuando, desde lo alto del tejado del convento, un fraile, confundiéndolo con un francés que tras la derrota trataba de acogerse a sagrado, le acertó con un ladrillazo en la cabeza, matándolo en el acto. Así moría el héroe local que había expulsado a los piratas: De un ladrillazo confundido.

Verdad o leyenda, la tradición popular dice que el caudillo garafiano descansa en la misma puerta del convento que nunca logró traspasar, y son muchos los rincones de la isla que recuerdan a este personaje, real o ficticio, en forma de calles, plazas e incluso estatuas.


Monumento a Baltasar Martín 1520-1553.

Esta es la historia del primer ataque pirata a Santa Cruz de La Palma. Posteriormente, la ciudad se recuperó y volvió a su esplendor anterior, y el recuerdo de la masacre obligó a los gobernadores a construir múltiples defensas a lo largo de la costa santacrucera en años venideros, que sirvieron para defenderse e incluso humillar otros ataques enemigos, como el de Francis Drake en 1585.

El segundo ataque a Santa Cruz de la Palma lo realizó Francis Drake un famoso pirata inglés que sembró el pánico en medio mundo. Héroe en su país y odiado en España, intentó sin éxito entrar en el puerto de Santa Cruz de La Palma el día 3 de noviembre de 1585. De aquello hace ya 426 años.

Drake no cumplía con la imagen del pirata bravucón, borracho y maleducado. Al contrario, destacaba por su elegante vestimenta, también se dedicó a la política e incluso el 4 de abril de 1581, en una ceremonia celebrada a bordo del barco "Golden Hind" (cierva dorada), atracado en el puerto de Deptford, fue armado caballero por Isabel I de Inglaterra en recompensa por sus servicios a la corona inglesa. Un lobo de la mar "educado", que había aprendido las "artes" de la piratería de su primo segundo John Hawkins, un famoso corsario y navegante.

El pirata "protegido" por la reina inglesa salió en septiembre de 1585 de Plymouth. Según los historiadores, partió con una flota de 23 buques, dos de ellos galeones de guerra de la Armada real, con más de 2.000 hombres. Iba en dirección al Caribe, siempre en busca de las riquezas españolas y, en este caso, a por la conquista de Santo Domingo, la que era capital de la América Española, y Cartagena. En su recorrido, atacó Galicia. Fue un ataque poco productivo, teniendo que conformarse curiosamente con quemar una ermita y destruir un convento. Luego, se dirigió a Canarias.

"Pensó que sería un ataque sencillo. Que entraría en Santa Cruz de La Palma con suma facilidad". La expedición inglesa apareció por el Norte, por Puntallana, en dirección a la capital. Desde el castillo de Santa Catalina recibió los primeros disparos, "aunque no le dieron y algunos cañones hasta se cayeron". Drake quiso dividir las fuerzas de la resistencia palmera y mandó a varios de sus barcos por Tazacorte. Solo era un señuelo en el que las milicias no "picaron".

A bordo del poderoso "Buenaventura" se acercó con seguridad hasta la bahía. Allí, a la altura del castillo de San Miguel, que estaba ubicado donde ahora se encuentra la oficina de información turística, en el puerto, recibió un cañonazo de popa a proa. "Drake se sorprendió. Tuvo que virar y toda la flota le siguió,   se piensa que fue una batalla muy corta. Tuvo miedo de perder su barco. El cañonazo dañó el "Buenaventura". Cuando se dio cuenta que la resistencia podía ser muy dura, más de lo que imaginaba, decidió marcharse y dar un aviso a las fuerzas que había mandado a Tazacorte. Se reunieron en Fuencaliente y tomaron rumbo a La Gomera. Él iba a Las Indias y seguramente lo que buscaba en La Palma era vino y agua. Su misión no era tomar la Isla y al final no tocó tierra".

No hubo solo un disparo. Desde el castillo de San Miguel se repitieron los cañonazos. En algunas informaciones se habla de que se logró hundir a uno o incluso a dos barcos, aunque la mayoría de investigadores apuesta por la hipótesis de que "solo" se llegó a dar a una lancha que intentó desembarcar con cuatro, quizás cinco, marineros. El  principal cañón utilizado para defender la ciudad fue el "Escorpión", de 375 centímetros de longitud, con una boca de fuego de 14 centímetros y que curiosamente estuvo en la Torre de Londres hasta que fue comprado por el Cabildo. "El único cañón que pudo hacerle daño a Drake en 1585 fue el Escorpión; por aquel entonces no había otro capaz de alcanzarlo".

 Drake "evitaba en sus viajes los lugares que mostraran mucha resistencia, sobre todo en aquellos donde su misión no era tomar la ciudad. Le pasó en Vigo, también en La Palma y luego en La Gomera. En muchos sitios logró entrar por el simple miedo que todo el mundo le tenía. Era una leyenda, pero no era el pirata más valiente. En algunas expediciones perdió muchos barcos porque no tuvo tiempo de huir antes".

Santa Cruz de La Palma ya contaba en aquellos tiempos con fortalezas suficientes para protegerse de los piratas. A partir de ese momento, La Palma nunca fue derrotada.

¿CÓMO SE PROTEGÍA SANTA CRUZ DE LA PALMA DE LOS ATAQUES PIRATAS?

Plano de la Ciudad de Sta. Cruz de la Palma (detalle), Manuel Hernández

Tras la catástrofe que supuso el ataque en 1553 a manos del pirata Pata de palo, se reforzaron o se construyeron una serie de fortalezas que permitieron la defensa de Santa Cruz de La Palma. A continuación nombraremos las más destacadas.

Construcción y artillado de San Miguel, Santa Catalina y Barrio del Cabo. El 6 de marzo de 1554 se inició la reparación de los desperfectos de la torre de San Miguel, y la construcción del «terrapleno de la fortaleza del puerto». Se trataba de una plataforma en forma de trapecio que circundaba la torre hexagonal, se acabó al año siguiente. Estuvo en pie hasta el 17 de mayo de 1897, día en que se inició su derribo para dar comienzo a las obras de remodelación del muelle.

Restos del Castillo de San Miguel








Castillo Principal o de Santa Catalina. Del antiguo sistema defensivo de Santa Cruz de La Palma, compuesto en su origen por varios baluartes, muralla y portadas de acceso a la ciudad por los caminos del norte y del sur, se conserva en la actualidad el que fuera castillo principal, nombrado Real Castillo de Santa Catalina por su proximidad a la antigua ermita de Santa Catalina de Alejandría. Con entrada por la portada de frontón curvilíneo situada en la calle Castillete, ésta aparece rematada por el escudo de armas de los Reyes Católicos. La obra actual fue levantada tras la desaparición del primer castillo, más cercano al barranco de Las Nieves (al norte). De planta cuadrangular y puntas de diamante en sus cuatro ángulos, su diseño, que copia el del Castillo de San Cristóbal de Santa Cruz de Tenerife, se debió al sargento mayor Juan Franco de Medina y al capitán Miguel Tiburcio Rossell de Lugo; su fábrica se dilató desde 1683 hasta 1692. Adquirido al Ejército en 1950 por varios propietarios particulares, en 1951 fue declarado Monumento Histórico Artístico por decreto de 22 de junio.

Castillo del Barrio del Cabo. Este castillo, llamado de Santa Cruz es el tercero que se fabricó en esta isla. Hasta 1560 no existía en esta población más que dos fortalezas (Castillo de San Miguel y Castillo de Santa Catalina). Su objetivo era la defensa de la zona norte de la ciudad, lugar por donde Pata de Palo hubo desembarcado 7 años antes. El primer dato que existe sobre su actividad es de 1588 cuando luchó contra tres navíos ingleses que perseguían al Capitán Diego de Herrera. En 1578 se termina su construcción y el Cabildo propone que se haga una muralla de piedra seca que cierre la ciudad (Portada Norte).

Castillo del Cabo o de San Fernando

A parte de los castillos nombrados anteriormente se hicieron otro tipo de construcciones, más concretamente plataformas donde se colocaban cañones que permitían la defensa de la ciudad casi a ras de mar. Fueron las siguientes:

Batería de Nuestra Señora del Carmen. 1573

Estaba situado en el Barranco del Carmen -Santa Cruz de La Palma.

Demolido en 1924.

Batería de Nuestra Señora del Carmen. 1573

Estaba situado en el Barranco del Carmen -Santa Cruz de La Palma.

Demolido en 1924.

Batería de San Felipe - Avenida Marítima de Santa Cruz de La Palma. Todas las baterías fueron derruidas en 1949 para la construcción de la Avenida Marítima.

Batería de San Felipe - Avenida Marítima de Santa Cruz de La Palma. Todas las baterías fueron derruidas en 1949 para la construcción de la Avenida Marítima.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

       Imagen de la avenida marítima a comienzos del siglo XX

Como conclusión también decir que la Ciudad tenía dos puertas de acceso, una norte y otra Sur, que permitía la entrada o salida de la capital. Con estas puertas se completaba el sistema de fortificación:

Portada Norte.

              En 1578 tras la construcción del castillo del Cabo o de San Fernando, se decide cerrar la ciudad en horas nocturnas tanto por la zona norte como por la zona Sur. La Portada Norte tenía sobre ella un puesto de guardia y en su frontal tres escudos, El del General Fonseca, el de San Miguel de La Palma y el de la Corona de Castilla, estos dos últimos presidían la fachada del primer Cabildo Insular situado en la plaza de España tras el ataque de Pata de Palo. Fue derruida por orden del Capitán General de Canarias el 2 de Diciembre de 1923 Los tres escudos, el de Castilla, el de San Miguel de La Palma y el del Gobernador Fonseca se guardan en la Real Sociedad La Cosmológica. Fotografía año 1915 (Rosendo Cutillas).

Portada Sur.

Situada en el antiguo Camino Real de Los Puertos se encuentra la Portada Sur (Nombre que aún se le da al lugar). Construida por orden del Ayuntamiento el 28 de Julio de 1590 consta de tres almenas, un puesto de guardia y tres baterías. Dos puertas de tea con llave cierran el paso a los habitantes y comerciantes desde las 22:00 horas en invierno y las 23:00 horas en verano. La portada es demolida en 1927 para el ensanche de la carretera. (Fotografía 1915 Rosendo Cutilla)